2009-09-30

Nuestras formas

Nuestras formas

Estando a solas en el más íntimo cubil de la vieja casona de nuestras fantasias, siento como se va disipando la gélida sensacíon de soledad que se habia vuelto la única perpetua compañía de este lobo estepario. Una especie de perfecta mancomunión de necesidad; tu alma solitaria, tan o con más ansiedad de compañia, pudo encontrar en mí al confidente ideal de sus más intrincados secretos.

De la amena plática, nuestras psiquis supusieron que
nuestra comunicación debería ir más allá de lo gestual y lo vocal, el siguiente paso era lo corporal. Comencé acariciando tiernamente tus mejillas, sentía que habías quedado como en una especie de espasmo al ver mi proceder. Con el transcurrir de los instantes, colocastes tus tersas suaves manos sobre mi pecho y paso a paso fuistes explorando mis zonas más erógenas dando cuenta de como me ibas encendiendo. Te hice sentir cosquilleos en tu cuello y me contagiastes esa electricidad tan excitante que me hacía sentír tan bien.

Con el correr de los minutos, nuestras temperaturas hicieron ver como un estorbo el ropaje que cubría nuestros cuerpos; lentamente desabotoné tu blusa en un intento de tomar el control – pero realmente son ustedes las que imponen las reglas de juego – aprehendí tus coposos senos y comencé a degustarlos.

Conquistada la cumbre de esas dos esplendidas montañas, descendí de sus alturas hacia los fértiles valles de tu ser, explorando palmo a palmo los recónditos lugares y las más inóspitas y espesas selvas. Contigo no existen la ubicación y maneras de amarnos, tan solo cuestiones que van más allá de lo tridimensional. Incluso pierdo la noción del tiempo y del espacio.

Cuan fiel y tenaz caballero de reluciente armadura, me encuentro a tu entera disposición, mi misión es complacer tus más efervecentes y carnales deseos. Cuan cruzado dispuesto a todo por conquistar la tierra santa de la que estas hecha, amazona.

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