2009-09-30

Humoradas...jejeje

Humoradas... jejeje


Ups, que vergüenza.



¿Qué me pongo hoy?



Después del "faenón".



Fumando con estilo.


Espero les guste nos estaremos comunicando...

Pensamiento peneano

Pensamiento peneano

Curiosamente esta idea me ha ido dando vueltas en la cabeza, todo por el hecho muy particular de como ciertas féminas se refieren a sus congéneres masculinos: tildándolos desde infieles, tramposos e irresponsables hasta el hecho de afirmar que son sus miembros viriles los que toman las decisiones en lugar de su sistema nervioso central.

Podríamos estar ante una de las corrientes de pensamiento más antiguas del mundo, tanto que hasta creció con el hombre desde sus más remotos instantes de humanización, donde el hombre era hombre no tanto por su intelecto, sino por otras “habilidades” como el hecho de ser un buen proveedor de carne fresca para la manada y de tener una enorme prole. Esto último era visto como señal indiscutible de hombría y masculinidad, no considerando siquiera en los más mínimo si la consorte también disfrutaba de esos “logros” y/o “atributos”.

Eran los inicios de la preocupación por el tamaño y la pericia del machazo en las cuestiones amatorias (aunque ahora último muchas mujeres han confesado que el tamaño si importa). La promiscuidad masculina era bien vista en una sociedad obviamente machista – por el contrario en las mujeres era visto como algo de mal gusto – el tener muchas mujeres le daba al varón status y confienza en sus habilidades. Convirtiendose así, en tan solo un buen pretexto para engolosinar el ego.


El tiempo transcurrió y poco a poco el hombre fue adoptando otras formas de pensar mucho más avanzadas, pero como no todo puede ser perfecto, todavía existen especímenes menos evolucionados e inferiores que todo lo ven impulso e instinto, haciendo las cosas sin pensar ni considerar las consecuencias de sus reptíleo accionar. Todavía piensan más con el colgajo en detrimento de sus cesos.

Nostalgía por aquellos días

Nostalgía por aquellos días


Quien lo diria, pero extraño aquellos días que compartiamos juntos, a pesar de tus berrinches y todo lo que eso implica – en fin – cosa de niños (todos en algún momento lo fuimos). Tu llegada a mi vida - hace poco más de un año - le ha dado un sentido, una meta, sintiendote como la hija que quizá nunca tenga.

A veces, por la impotencia, me sentía improductivo por el simple hecho de cuidar a una niña. Pero no, luego de mediatarlo mucho, creo que no es así, estaba haciendo algo bueno – por fin – después de tantísimos años.

“Me imagino llegar a casa en por las tardes – extenuado por el trajin – pero feliz de encontrarte con una sonrisa y que me das un fuerte abrazo, haciendome olvidar todo cansancio, recordándome de paso, porque sigo luchando”.

Y ese sueño que inspiró este lacónico relato, estabamos uno con el otro – cargándote – yendo a un lugar de mucha luz, paz y tranquilidad. Lo único que me intriga es la vestimenta de las pocas personas que pude ver, la cual era obscura, fúnebre y ausente. ¿Será que ha despertado en mí ese sentimiento de protector?

Nuestras formas

Nuestras formas

Estando a solas en el más íntimo cubil de la vieja casona de nuestras fantasias, siento como se va disipando la gélida sensacíon de soledad que se habia vuelto la única perpetua compañía de este lobo estepario. Una especie de perfecta mancomunión de necesidad; tu alma solitaria, tan o con más ansiedad de compañia, pudo encontrar en mí al confidente ideal de sus más intrincados secretos.

De la amena plática, nuestras psiquis supusieron que
nuestra comunicación debería ir más allá de lo gestual y lo vocal, el siguiente paso era lo corporal. Comencé acariciando tiernamente tus mejillas, sentía que habías quedado como en una especie de espasmo al ver mi proceder. Con el transcurrir de los instantes, colocastes tus tersas suaves manos sobre mi pecho y paso a paso fuistes explorando mis zonas más erógenas dando cuenta de como me ibas encendiendo. Te hice sentir cosquilleos en tu cuello y me contagiastes esa electricidad tan excitante que me hacía sentír tan bien.

Con el correr de los minutos, nuestras temperaturas hicieron ver como un estorbo el ropaje que cubría nuestros cuerpos; lentamente desabotoné tu blusa en un intento de tomar el control – pero realmente son ustedes las que imponen las reglas de juego – aprehendí tus coposos senos y comencé a degustarlos.

Conquistada la cumbre de esas dos esplendidas montañas, descendí de sus alturas hacia los fértiles valles de tu ser, explorando palmo a palmo los recónditos lugares y las más inóspitas y espesas selvas. Contigo no existen la ubicación y maneras de amarnos, tan solo cuestiones que van más allá de lo tridimensional. Incluso pierdo la noción del tiempo y del espacio.

Cuan fiel y tenaz caballero de reluciente armadura, me encuentro a tu entera disposición, mi misión es complacer tus más efervecentes y carnales deseos. Cuan cruzado dispuesto a todo por conquistar la tierra santa de la que estas hecha, amazona.