2009-05-21

Caritas vemos, cerebritos no tenemos

Caritas vemos, cerebritos no tenemos

La dicotomía belleza e inteligencia, parece ser una cosa sacada de las más alucinantes espectativas, un ideal que muchos persiguen y que pocos o casi nadie logran. Una utopía más de las tantas que han tenido los seres humanos a lo largo del tiempo y que se da – aún – en esta era dominada por la tecnología y automatización de todo aquello que antaño consideraramos imposible.

¿Se puede tener belleza e inteligencia al unísono? Si
partimos del hecho que no se puede tener absolutamente todo en la vida, diría que no. La belleza es algo efímero y relativo, la inteligencia no conoce frenos, tan solo los límites que pone la muerte. Poniendo un ejemplo para lo que entendemos por bello: En la actualidad la belleza femenina se encuentra en la mujer delgada y esbelta, mas en el Renacimiento, lo eran las mujeres robustas y carnosas; mientras que en el caso de la inteligencia, esta no se opaca o disminuye con el trascurrir de los años – todo lo contrario – se pule a causa de la madurez intelectual.

No faltará quienes diran que han sido bendecidos con ambos dones, allá ellos, tan solo les digo que siempre te destacarás por alguna de las dos. Miren, puede darse el caso que exista efectivamente alguién con ambos atributos, por decirles una joven, ella puede ser muy bella y de inteligencia muy aguda, pero lo que le dará el toque final a todo aquello que se proponga será única y exclusivamente mérito de su intelecto.

Pero es muy cierto que hay bellezas que no tienen una miníma de materia gris, lo que no les permite dar respuestas a ciertas interrogantes de forma solvente y segura. Han cultivado tanto la fachada que se olvidaron de los interiores. Es como aquel que gasto todos sus ahorros en ponerle locetas en las paredes de su casa que dan para la calle, pero se olvido de los muebles tan necerarios para hacer vivir cómodamente.

El hecho de intentar poner de la mano la inteligencia con la belleza no siempre da los resultados esperados y a menudo nos arrojan desenlaces francamente penosos. Y con mucha más razón en nuestra época, donde ser bello requiere una dedicación a tiempo completo, no dejando espacio para el cultivo de la mente y el
espíritu.

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