2009-03-31

El hermano J.P.

El hermano J. P.

Hace casi doce años me convertí en hermano de una niña algo especial en su forma de ser. No puedo ocultarles que cuando me enteré – en su momento – del embarazo de mi madre, mi anhelo era que fuese un varoncito que me acompañase en el último tramo de mi niñez. Compartir con el juegos y divertimentos propios de los hombrecitos, después de todo era la única forma que yo conocía para entretenerme en mis ratos libres, sería el heredero de toda esa juguetería que acumulé durante poco más de una década. Por eso, cuando llegó la noticia del nacimiento de mi hermana, sentí algo de desengaño, pero que se podía hacer, no había marcha atrás. Era el destino y los espermatozoides X de mi padre los que habían propiciado ese desenlace. Adiós a la esperanza de tener un hermano propio.

J. P. Era un niño muy tierno, era hijo de la hermana mayor de mi madre, con el me llevo tres años y a su llegada había aparecido el compinche ideal de aventuras y travesuras de aquella época tan maravillosa como es la niñez. Con el pasé momentos realmente divertidos, pero también un tanto bochornosos de los cuales me avergüenzo como son los momentos en los que él salía llorando por alguna actitud prepotente y abusiva de parte mía dado el hecho de ser el más grande y fuerte, extralimitándome en mi posición.

Pero lo que a J. P. Le faltaba en tamaño y fuerza lo compensaba en astucia y habilidad para manejar las situaciones que se le podían poner cuesta arriba, manipulando los hilos, saboteando los intentos por reiniciar el juego que se había interrumpido por algún exabrupto en el desarrollo del mismo. Sabía que el juego no podía continuar si alguna de las partes involucradas faltaba, la consigna era muy sencilla o se replanteaba la forma de jugar o simple y llanamente no se hacía nada.

El tiempo se encargo de separarnos y de paso ayudó a que maduráramos como individuos , a ser capaces de ponernos metas por cumplir y sobre todo que poco a poco alcancemos cierta independencia en nuestro accionar. Si bien actualmente ya no vivimos bajo el mismo techo ha quedado una relación de los más cordial y esto no es solo porque seamos primos o haya algún otro vínculo sanguíneo, es algo que se ha ido cultivando durante los años que convivíamos y los que lo iba a visitar. J. P. Es sin lugar a dudas más que un primo, es un hermano, aquel hermano menor que la providencia no me quiso proveer.

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